Con nuevo cantante, lo que significa un nuevo planteo también, entregando 8 canciones que deja fuera de todo concepto y etiqueta.

Abre el disco una suave melodía instrumental llamada “Bukaera”, con toques de oscuridad que, casi de la nada, deja que reviente “Mundu Irenslea”, para borrar cualquier duda relacionada con la fuerza de la banda. Sigue siendo la misma máquina que no se frena ante nada, y que aprovecha la versatilidad del nuevo cantante, que no tiene problemas en estar en un tono, narrando a un ritmo una historia, para de pronto sacudirte con un agudo potente y finísimo. Encontramos un sonido global marca registrada, si bien se comentan influencias como Black Sabbath o Judas Priest, lo que encontramos es un fuego cruzado que no tiene una sola balada en todo el álbum, pero sí un momento muy emotivo con el tándem “Apirilak 26” y “Oroimenak”, intensidad en todos los aspectos.

En  “Ekaitzen Osteko Sua” encontramos canciones que no tienen una velocidad excesiva, pero a buen ritmo nos van demostrando  un sonido bien conseguido, apretado, y que conjuga buen trabajo de estudio con las virtudes de los músicos. La banda conoce este estilo, no hay efectos ni voces que engañen o disimulen carencias, el disco te empuja a mirar el calendario y ver si van a estar cerca de tu ciudad… Porque en directo canciones como “Atsasukoak Aske!” o “Hizten Gabezia” con unos riffs que te deben dejar sin camiseta, sudado y con un par de dolores en la espalda.

Puntos alto del trabajo: “Ihesian”, la banda suelta toda la brutalidad, la sangre ardiente para en una canción oscura, poder desplegar una estructura diferente al resto de las canciones, con una banda que recurre a artilugios efectistas, si no que son simplemente ellos soltando fuerza y unas melodías que se te pegan en la cabeza y las repetís toda la tarde. Además cuenta con unos coros que suenan a esos ecos de mística celta. Cargados de alguna melancolía, más cerca de un descanso del alma que de la furia, pero además dejan paso a una interpretación delas guitarras que encajan perfecto con el espíritu del trabajo. Tiene más de himno, de danza y festejo de haber ganado una batalla, que no la guerra.

La canción que cierra el disco y gana la guerra es “Sasijainkoen Elikagaria”, vaya pieza de museo del Metal. La canción lo tiene todo, furia, oscuridad Metal, toques clásicos y una banda que parece estar tocando desde un B-52 por cómo revienta todo lo que encuentra a su paso.  Las voces, la batería, el bajo, las guitarras… son un resumen del estado que tiene hoy el grupo.

La historia la escriben las bandas que, además de ese golpe de suerte, tienen ideas claras, sonido de estudio contundente, y un directo arrollador, también sabemos que, cambiar un vocalista, es un proceso más traumático para los seguidores que para el grupo, peo en este caso ETORKIZUN BELTZA, con “Ekaitzen Osteko Sua”, tienen todo lo necesario para escribir su historia, y dejar un par de estrofas en euskera en la escena europea. De eso estoy seguro, y así lo demuestra su sonido.

Namasté.

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