Una trepidante obra que comienza a 100 km/h y sube sin parar. Los integrantes del grupo son de mucha experiencia (Avulsed, Golgotha o Inntrance), y han dado un paso fundamental para certificar los pilares de HOLYCIDE como banda IMPERDIBLE cuando se abran las salas de tu barrio.
Cada una de las canciones tiene un sonido fundamentado: Thrash/Death, pero en cada tema se encargan de darle un ambiente distinto. Si bien todo es caos y destrucción, hay tramos donde la velocidad ya es un concepto completamente ilusorio, cambios de ritmo que dejan tomar un poco de aire y de nuevo al lío, destrozando las cuerdas de las guitarras, y con una batería anfetamínica que pone los pelos de punta. “The afttermath” o “Fist to face” encajan dentro de esta descripción.
Luego hay otras piezas que se tornan completamente oscuras, la velocidad no para, pero hay otros matices que lo convierten en un lanza que te desangra por todas partes: “Vultures” o “Fake libertarian” son joyas donde toda la bestialidad de la voz surfea sobre los riff´s base de las guitarras y luego, con alguna psicopatía no diagnosticada, las guitarras sueltan unos punteos que te hacen poner los ojos en blanco. Es un disco de batalla, de descontrol social, que podría convertirse en la banda de sonido de cualquier revuelta que estalle en el globo.
La parte técnica está trabajada con lupa, las referencias a la historia del Thrash hacen sonar actualizado un estilo que lleva años en la escena, pero la canción “Napalm sweet napalm” parece tocado (compuesta y grabada) luego de una ducha de fuego. El esfuerzo de las bases con ese diálogo frenético entre las voces y los coros se convierte en un escenario con actuaciones brillantes de cada uno de los músicos. Puentes perfectos donde el bajo y la batería suenan añejos, y una teatralidad que rompe todos los moldes. Lo máximo de este trabajo.
Muchas veces extrañamos esos grupos con toque clásico, que van, vienen; te prenden fuego y vuelven a irse… HOLYCIDE es uno de ellos, toman las influencias que pueda tener cada uno y desprenden odio, arrasan con cualquier artilugio y graban un disco como “Fist to face”, que te deja más que orgulloso de la escena nacional. El Metal Extremo, actual, está cruzando un punto evolutivo donde los nuevos recursos parecen encumbrar a más de uno, con efectismos de brutalidad que luego en directo parecen desaparecer. Después están estas bandas que suenan a la vieja guardia, a ese tipo de gentes que se toman dos latas de cerveza, se acomodan los pelos y se suben a cualquier sala para reventarte la cara, sin maquillajes ni otra cosa más que música y Metal.
Si tuviera que poner un puntaje a este disco, sería el más alto, ya mismo queda apuntado en mi agenda para cuando a fin de año haya que hacer una lista de los 5 mejores trabajos de 2020.