Sevilla, 21 de junio, Icónica Santalucía Fest 2024.

El fenómeno de unánime admiración de varias generaciones, enormes ventas y tropecientos llenazos en directo de Robe Iniesta resulta digno de estudio en un país donde la cultura del rock cañero siempre ha funcionado a nivel underground (lejos quedan los tiempos en que Miguel Ríos, Barón Rojo o Loquillo vendían discos como churros)

...con honrosas excepciones “mainstream” ambas herederas del rock urbano y callejero de Leño, léase Platero y Tú -luego Fito Cabrales en solitario- y Extremoduro. Se respiraba ambientazo en los momentos previos por los alrededores, con unos 16.000 espectadores llegados desde multitud de puntos geográficos andaluces.

Debo confesar que hacía más de una década que no veía al genial compositor y poeta punk de Plasencia, por tanto estaba “virgen” ante un show de Robe “a cara perro” quien estuvo toda la noche fantásticamente arropado por su banda de 6 magníficos músicos extremeños. Con 18 minutos de retraso respecto a la hora prevista (22:48) arrancó todo con “Destrozares”, seguida de “Adiós cielo azul, llegó la tormenta”, desde el inicio ya pudimos calibrar el peso e importancia de los acertados y enriquecedores arreglos tanto de saxofón (del poderoso bajista y multiinstrumentista -también utilizó el clarinete- David Lerman), como de violín eléctrico, a cargo del inspirado Carlitos Pérez.
Quedaba claro que el público nostálgico que hubiera venido a escuchar solo temas de su antigua formación quedaría decepcionado, pero entiendo de suma torpeza no disfrutar de algo tan grande como lo que vivimos; guapa intro de línea de bajo para “Contra todos” cuya letra reza así: “¡Ay-ay-ay-ay!, al camino recto por el más torcido vengo directo ¡Ay-ay-ay-ay!, a hablar contigo de nuestros derechos constitutivos” oleeee jaja “…todos dicen que soy un incendiario, que enciendo hogueras solo con hablar y que morir no me importa y me da igual hasta el día en el que caerá en el calendario”. El piano del teclista Álvaro Rodríguez dio paso a “Puntos suspensivos” y a “La canción más triste”, piezas ambas representativas de la presente etapa de madurez en las que la carga melódica y el jugueteo con toques jazzísticos aleja al artista de su ADN punk y transgresivo.
El primero de los tres latigazos de Extremoduro vino tras “A la orilla del río” en la que “sólo quiero polinizarte” no ni ná, con “Standby” siendo el segundo “Buscando una luna” aquél rockero tema en que los últimos 4 versos del poema de Antonio Machado “Por tierras de España” (“Campos de Castilla” 1912) dieron cuerpo a su celebradísimo texto, y el tercero “Si te vas” donde todo kiski cantó a voz en gritoSi he tardado y no he venido es que ha habido un impedimento, me llevaron detenido para hacer un declaramiento. He robado, he mentido y he matado también al tiempo y he buscado en lo prohibido por tener buenos alimentos. Y es que la realidad que necesito se ha ido detrás de ese culito”.

Volvimos al alucinante último trabajo discográfico que ha dado pie a la presente gira “Ni santos ni inocentes” de unos 35 bolos: Se nos lleva el aire” (que sonó casi íntegro) cuyas ventas han superado las 20.000 copias -disco de oro- en una época en la que apenas se venden discos físicos, con dos temazos como “El hombre pájaro” y “El poder del arte”. Hasta aquí llegó, en concreto a las 12 y 3 minutos tras una hora y cuarto en el escenario, la mitad más suave y tranquila del espectáculo en la que echamos en falta más rabia y mala leche punkarra joder, haciendo una extensa parada de 35 minutos para que el personal pueda ir a los servicios, echar un trago y “hacer lo que os venga en gana, pero que no os vean”.

Menos mal que la mitad más dura que vino después, leñera y prima hermana de los sonidos heavys con desparrames guitarreros nos quitó, al menos en parte, el citado monazo de caña cabrona. El poderío sónico de “Haz que tiemble el suelo” espabiló al respetable a ritmo de hard rock progresivo contemporáneo tras el que un mini-solo del batería (también de Plasencia) Alber Fuentes nos condujo a “Poema sobrecogido” donde destacó la brillantez guitarrera de los solos del gran Woody Amores (ex Sínkope) cada vez más encendido en su impresionante labor en la que nos mostró el mensaje de la parte trasera de su instrumento: “Stop Genocide”. Enlazaron con dos de los movimientos del anterior álbum “Mayeútica”, el segundo y el cuarto con “Coda feliz”: esto sí era aquello más intenso y salvaje que veníamos buscando los fans más veteranos.

Debo destacar los agudos y altísimos tonos vocales del cantante de apoyo Lorenzo González, así como el sonidazo en general y el buen estado de la voz de Robe -ataviado con su clásica falda y camisa hippie- cuyo trabajo a la guitarra rítmica resultó sobresaliente. Otras dos canciones de larga duración y notables desarrollos instrumentales como “Viajando por el interior” y “Esto no está pasando” nos llevaron al final del concierto con dos piezas de Extremoduro que nos transportaron a la época politoxicómana como “Salir” y el inmortal himno a modo de colofón “Ama, ama, ama y ensancha el alma” echando la persiana un pelín antes de las dos de la madrugada, con más de dos horas y media en total dando la cara.
Resulta extraordinariamente admirable que este tipo inadaptado crónico, misterioso y escurridizo, esquivo con los medios, alérgico a las entrevistas y beligerante con la prensa -otrora maravilloso poeta yonki loco punkie- que estuvo inmerso durante más de dos décadas en los infiernos de las adicciones, se mantenga más fuerte que nunca a sus 62 tacos ofreciendo memorables shows rodeado de grandes músicos (cuya mayoría curiosamente tiene en común haber tocado con Jeanette) que componen la mejor banda de sus 35 años de honesta, irreverente y personalísima trayectoria profesional musical.
Bien es cierto que muchos echamos de menos cortes míticos como “Jesucristo García”, “Prometeo”, “So payaso” y algunas otras, pero no deja de ser menos cierto que Robe hoy vive en otra fase y pasa de repetirse y nos ofreció un grandioso concierto y que ya es patrimonio cultural rockero con mayúsculas de este país. No quiero acabar este texto sin el recuerdo que sobrevoló nuestras cabezas (de las de los muchos amigos que dejó aquí) en cada soplido de saxo, al fallecido colega Selu (saxofonista de la primera época de Reincidentes) quien fuera apreciado colaborador histórico de Extremoduro.

Texto y fotos: Eduardo “Powerage” Pineda.

   

 

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