Las tres bandas nos regalaron un viaje en el tiempo que quedará en las retinas de miles de rockeros. Fue mucho más que una noche de heavy metal: un viaje en el tiempo que nos transportó a las épocas doradas del género. "Apoteósico" es la palabra que define lo vivido este pasado lunes en la capital de España. Puro rock y un ambiente genial.

Nos hizo recordar aquellos tiempos cuando los trenes se llenaban de camisetas negras con los nombres de todos los grupos, evocando las escapadas juveniles a Madrid desde Huelva para presenciar a las mejores bandas de rock. Hoy en día, hay quienes tildan al heavy metal de un género muerto, pero están completamente equivocados: el heavy metal está más vivo que nunca.

 

Se apreciaba gente de todas las edades, pero sobre todo de mi generación con sus hijos. La línea 5 del metro de Madrid hacia Vistalegre se convirtió en una marea de heavies buscando su ansiado premio: ver uno de los conciertos con mejor cartel de este 2024.

 

Sin duda alguna, los grupos prometían. Llegamos a Vistalegre, en el barrio de Carabanchel, hogar de nuestro querido Rosendo Mercado. Estábamos llegando cuando el tren se vaciaba de camisetas negras, haciendo espacio para las cervezas que vendrían antes del concierto. Acompañado por mi hermano Cay Lander, nos tomamos unas birras y fuimos directo al concierto. Un ambiente espectacular, como siempre recalco, con un rollo excelente y sin bullas; cada uno a su rollo y pensando en lo que íbamos a presenciar.

 

A las 19:00 horas, subió al escenario la legendaria banda Uriah Heep, que no defraudó con su sonido espectacular. Aunque el palacio aún no estaba lleno, para ser lunes, nada se puede reprochar a la respuesta del público, fiel como siempre a sus bandas. Poco a poco, el palacio de Vistalegre se iba llenando, como una marea de camisetas con los nombres de las bandas presentes en el evento. Superviviente década tras década, Uriah Heep ha transitado por diferentes sendas del rock, desde lo progresivo hasta el hard rock, y eso se notó este lunes en Madrid. Su arranque fue contundente con "Save Me Tonight". La explosión de decibelios fue bien acogida por la audiencia. El vocalista Bernie Shaw presentó al guitarrista Mick Box, único miembro de la formación original y líder de la banda, como representante del "heavy metal old school". Box dejó constancia de su virtuosismo exprimiendo el mástil con poderosos riffs que encendieron al público. Cerraron su actuación con su clásico "Easy Livin’" tras completar un viaje fulgurante con un rock poderoso.

A las 20:05, aún con muchos asientos sin ocupar, fue el turno de Saxon, otra formación del Reino Unido en activo desde 1976. Su arranque trajo consigo un estruendoso ejercicio coral de guitarras: metal en toda su esencia. Un sonido más áspero y crudo, con el liderazgo de su cantante, Biff Byford. Mientras Byford manejaba el tempo y las pulsaciones de la audiencia, las guitarras aguijoneaban los oídos con riffs frenéticos.

Tocaron algunos de sus clásicos, como "Wheels of Steel", "Heavy Metal Thunder" o "Crusader", elevando la temperatura en la pista de Vistalegre. Saxon tuvo sus años de gloria a principios de los 80, y nadie puede discutir que mantienen la contundencia y la capacidad para hacer ese heavy metal de ADN británico que cambió el panorama del rock en las islas a mediados de los 70. Cerraron su actuación con "Princess of The Night", otro de sus himnos, y el público los despidió coreando el nombre del grupo tras 55 minutos sin tregua.

Personalmente, una de mis bandas favoritas que aún no había podido ver, pero ya puedo morir tranquilo. Me dejaron con muchas más ganas de seguir viendo a una de las mejores bandas de la historia del rock. También debo anotar que, a pesar de la edad, están en una forma excelente. Me hace mucha gracia cuando algún enterado dice que el rock está muerto: no, está vivo y aún nos queda mucha guerra por dar y disfrutar de estas bandas.

 

Y todo quedó listo para el plato fuerte de la noche. A las 21:30, sonaba "War Pigs" de Black Sabbath, cantado al unísono por miles de gargantas. En la noche del viejo heavy metal no podía faltar un tributo a uno de los grupos considerados padres del género.

Luego, se apagaron las luces y comenzó a sonar el himno "Invincible Shields", una pieza instrumental del último disco de Judas Priest, que desembarcaron en el escenario llevando al frenesí a todos los presentes. Rob Halford lucía una levita plateada, casi a juego con su densa barba blanca, epílogo de una cabeza pelada. El líder de Judas Priest es un personaje carismático en la escena del metal pesado desde hace décadas. Su voz forma parte de la historia del género. Se le conoce como The Metal God (El dios del Metal), y ayer, a sus casi 73 años, volvió a dejar constancia de por qué se ha ganado ese apelativo. Yo diría que más que un apelativo, es una realidad en todos los sentidos.

 

La exhibición vocal de Halford fue una apabullante muestra de dominio, reinado y devoción metalera.

 

La audiencia rugió con "You’ve Got Another Thing Comin’" y después Halford se desprendió de la levita para mostrar su característico atuendo de cuero negro repleto de tachuelas, saludando con un “Hola, Madrid, the Priest is back”. Por supuesto que habían vuelto y con más fuerza que nunca. La banda acometió su clásico "Breaking the Law", cautivando a todos sus fieles seguidores que coreaban el estribillo con Halford como maestro de ceremonias. Llegaron después otros temas como "Love Bites" o "Sinner", en los que los agudos de Halford sonaban como música celestial, estratosféricos. El vocalista de Judas Priest, con casi 73 años, alcanzaba cada vez más las notas altas en una actuación antológica, difícil de prever o imaginar incluso para sus más fieles seguidores. No es común que alguien pueda, a esa edad, realizar una exhibición semejante como la que ofreció el dios del Metal británico.

Cabe destacar también la actuación del guitarrista Richie Faulkner, comunicativo con el público, animándolo con gestos, riffs y solos. Todo valía en la noche de ese heavy metal de la vieja escuela, como ya se había anunciado previamente en el escenario. Tras arrancar con "Turbo Lover", otro de los imprescindibles de su discografía, que mantuvo la euforia colectiva en la pista y las gradas, Halford se tomó un breve descanso. Se acomodó sobre un altavoz en uno de los extremos del escenario y repasó el “largo y hermoso viaje de 50 años” de la banda, mencionando los títulos de sus discos que eran jaleados por el auditorio. El sacerdote de la noche lanzó en español un “Muchas, muchas gracias” y continuó la descarga con "Invincible Shields" -de su último trabajo discográfico-, "Victim of Changes", "The Green Manalishi" -una versión de un tema de Fleetwood Mac-, para cerrar con el colosal "Painkiller", que arrancaba con una apabullante introducción de batería de Scott Travis, rompiendo con creces la dictadura del silencio y enfrentando la moda de la música reguetonera y cualquier otro obstáculo.


Halford apareció sobre el escenario montado en su característica moto para interpretar "Hell Bent for Leather". El broche final a la noche lo puso "Living After Midnight", otro clásico de una banda que mantuvo una noche más viva la esencia del heavy metal. Si alguien pensaba que asistiría a una noche donde reinara la nostalgia como símbolo y derrota de un tiempo que fue y ya no es, pudo constatar que no fue así. Si algunos creían que Rob Halford no daría la talla con su voz, se llevaron una sorpresa monumental. Aún estoy atónito de lo que vivimos: una noche de buen rollo y rock and roll, puro rock de la mano de estas tres bandas, cada una mejor que la otra, con unos registros que nos hicieron sentir que estábamos en los años 80. Como dijo nuestro paisano Miguel Ríos, "Los rockeros nunca mueren". Una vez más, Huelva como siempre.

Texto y fotos: Mateo

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