A estas alturas es difícil prestar atención a los múltiples reclamos que le llegan a uno, ya sea de esta forma como por pura casualidad o la causalidad de un algoritmo.

En estos casos siempre entra en juego la existencia (o ausencia) de un pequeño elemento diferenciador que te haga centrar la mirada en esa obra, o que, finalmente, pase a la papelera de reciclaje del móvil.

Para mi, en aquel preciso momento, el elemento especial fue la voz profunda y aterciopelada de Vasilis Georgiou .

No hay que tener oido absoluto para darse cuenta de lo similar que es el timbre del griego al de Roy Khan (Conception, Kamelot). Y Khan es uno de mis vocalistas favoritos de siempre. Valoro mucho esa personalidad que te hace distinto, no simplemente la técnica o el talento y la versatilidad. Hay mucha garganta superdotada, pero desgraciadamente pocas quedaran en la memoria como la del escandinavo.

De entrada y pasada la primera impresión, me preocupó que esa cercanía podría jugar en su contra si no sabían diferenciarse del original.

Y si, la voz es muy similar, pero Sunburst es por ventura mucho mas que eso. Cuando uno se adentra en el universo que han creado estos cinco tesalios (si, son griegos) encuentra un pléyade de eclecticismo bien entendido, una producción de gran nivel, una avalancha de ideas musicales y una complejidad libre de aspavientos que deja un regusto sumamente agradable y de seguro saciará al amante del progresivo mas puntilloso.

 Decir que no es su primera obra. Les ha costado ocho añitos parir su segundo trabajo desde su ópera prima Fragments of Creation (Inner Wound Recordings, 2016). No he investigado las causas de éste dramático hiato, pero deseo fervientemente que éste segundo trabajo afiance a la banda de una vez por todas y la coloque donde se merece por calidad. 

 El sonido y la invención

 Sobre la producción qué decir. Es impecable. Dentro de lo que uno puede esperar en bandas consagradas de éste estilo. No intenta trasgredir ningún límite, solo hacer que la escucha sea disfrutada. Lo pone fácil. Todo a cargo de Steve Lado, que da la casualidad es tambien guitarrista de varias bandas progresivas. Se me acumula el trabajo.  Al parecer hicieron un trabajo de pre-producción los miembros de la banda, pero salvo que graben un documental del making off no sabremos mas del proceso. Una lástima.

La voz de Vasilis Georgiou es un valor a tener en cuenta que funciona cohesionando el sonido de la banda y dándole, aparte de entidad, una personalidad propia. En éste trabajo se nota que no abusa de tonos altos como hacía en el primer disco. Creo que es un acierto. La voz esta mucho mas en su tono natural y ha madurado bien estos años.

He leido en foros que el bajo de Nick Grey está demasiado escondido. Hablamos de mezcla, no de técnica, ojo. No creo que sea así, de seguro eliminarlo de la mezcla haría que la torre de naipes se derrumbe. No es necesario destacar para ser imprescindible.

Igualmente podríamos decir que la batería de  Kostas Milonas juega en esa liga. Técnicamente impecable, como no podría ser menos. La obra es sumamente exigente.

No me consta un teclista perenne en la banda, de hecho en directo les he visto lanzar secuencias, empero Manifesto abunda en arreglos y sintes que han sido grabados por Bob Katsionis, y al parecer los arreglos instrumentales han sido compuestos por John K en los temas "The Flood", "Hollow Lies" y "Nocturne".

El tono de la guitarra de Gus Drax me recuerda al de Michael Romeo de Symphony X pero en los sólos quizá más al sonido “Mark” de Mesa Boogie de Petrucci. Sobre todo el roce de la púa en los fraseos rápidos. He visto a Gus usar diversos emuladores en youtube (Neural, Kemper… SSL) así que a saber qué profiles usa. Quizá grabó con un ampli microfoneado, he atisbado un rectifier en su estudio (en directo le he visto siempre con un Marshall). Sea como sea y discusiones de equipo aparte, me encanta el tono medioso, orgánico y cálido de sus guitarras.

La autoría de los temas del disco la firma la banda, así que entiendo que han participado todos en mayor o menor medida en la composición de los temas.

Compositivamente es una obra compleja. De lo contrario sería una sorpresa: Va con el estilo. Mentes simples abstenerse a riesgo de implosionar. Hay música bailable de sobra para disfrutar, tranquilos. Y sólos con bendings de un minuto para aburrir a una cabra. Y, por supuesto, tenéis la discografía de AC/DC para que no salir de vuestra pequeña jaula de oro y os dejéis el sueldo en una entrada.

Esto es metal progresivo, esta hecho para sentarse y escuchar con tranquilidad. Y luego volver a escucharlo y descubrir una pequeña maravilla que se te pasó la última vez. No hace falta analizarlo armónicamente ni desgranar la modulación métrica. Aunque eso a los frikis nos guste. Lo disfrutamos a mas niveles. Se siente.

Conclusiones:

 Manifesto no es especialmente original en el sentido de proponer algo totalmente nuevo. Es un maravilloso ejercicio de eclécticismo en el que distinguen múltiples retazos de los referentes de la banda. Sin embargo logra tener personalidad propia y eso es un valor añadido que aprecio muchísimo.

En general veo una evolución palpable (cosa esperable) en la compejidad tanto  estilística como técnica respecto a su ópera prima. El tiempo no ha pasado en balde y lo ha hecho para bien.

Quizá el único punto que pondría en rojo es que detecto cierta monotonía melódica, que es algo que suelo echar en falta en los discos de bandas progresivas modernas. La voz usa sus recursos magistralmente pero da la sensación de jugar siempre en una zona de confort. Personalmente me gusta mas el riesgo y la sorpresa, algún momento tan memorable que quiera retroceder y escucharlo una y otra vez.

No me lo tengáis en cuenta. Cosas mías..

Si el progresivo no es lo vuestro pero os gusta el metal melódico, os diría que le déis una oportunidad… y dos o tres mas. La reiteración ayuda a entender la propuesta y una vez llega, se quedará para siempre. Si no soportáis voces limpias, lo lamento pero lo que importa es ser feliz. Yo lo soy un poquito mas, que ayer me llegó mi CD y pienso gastarlo bien gastado.

 Texto: José Augusto Arincón

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