Con una perversa ambientación de luces tenues, una absoluta complejidad compositiva y lírica, y una apuesta arriesgada al mentar al Rey Carmesí en los primeros pasos sobre escena, la banda SWEET HOLE soltó un directo de esos que son inolvidables, perpetuos, que seguramente hayan rasgado las delicadas y toscas telas de esta Realidad para generar un nuevo hito en su propia historia.
Presentaban vocalista, baterista… y canciones de un trabajo próximo a ver la luz, inspirado en la novela “Ubik” del profeta y guía de tiempos convulsos Philip K. Dick. Arriesgado, repito, como lo es conjurar grandes esperanzas ante un abismo segundos antes de saltar. Pues esta orquesta precisa y lubricada, como máquina de asesinar, ha desplegado unas alas tan luciferinas como metafísicas en una sala abarrotada de seguidores y curiosos.
Los suaves sonidos que funcionaron de apertura pertenecían a Blade Runner, cuerdas de Vangelis que ya te ponían en situación. Segundos de tensa calma, y de pronto un golpe con la primera canción: “Moon”. Brillante, imposible no encontrar referencias a estilos, épocas y bandas. Grandes bandas.
La intensidad de la energía, las teclas y la seca presencia de la batería fue un martillear continuo que quitó, de inmediato, la ropa al público. Apenas 7 minutos y ya eran dueños de toda la sala. Hablar de referencias convertiría este artículo en demasiado extenso, pero la habilidad de la banda para traer a Pink Floyd, Allan Parson o, claro, King Crimson es de una virtuosidad que no puede pasar desapercibida por los seguidores de la Cultura.
Me sorprendió, a nivel artístico, que de inmediato hubiera un cambio de guitarra, y se lanzaran a unas cuerdas Españolas. ¿”No es demasiado pronto”?, pensé; entonces recordé que este tipo de Rock no conoce los tiempos Mainstreem, pero sí tienen la leve habilidad de generar atmósferas cada vez más seductoras y complejas para quitar ese Velo que cubre el Cerebro Humano que intenta anclarse al Presente.
Interpretaron dos joyas tan poderosas por su esencia en sí que la imagen que me viene ahora es elíptica. Muchos se quejan de tener que ver conciertos sentados, pues en esta oportunidad SWEET HOLE ha facilitado que la multidimensión de su proyecto (nuevo y no tanto) te mantuviera atado a una silla, disfrutando de la claridad de un sonido contundente, roto, filoso. Ejecutado con tanta precisión que parecía nuevo.
En cuanto a referencias, apenas puedo quedarme con esa guitarra tan Pink Floyd de barrio bajo, climas desérticos, de superficies salvajes y rojizas, sobre las cuales cada elemento iba dejando huellas. La batería sonaba limpia y firme, con buen dominio de un estilo que parece cambiar en cada tramo, como al respirar. El bajo me resultó tan claro como incisivo, aportando algo de profundidad a la presencia de un vocalista que dueño de una narrativa sin fisuras y que que no falló ni una sola nota.
Teclas de fondo haciendo unas combinaciones tan lisérgicas, que estaba presente todo el rato, pero no opacaba en ningún momento a la percusiva.
Fue una verdadera cátedra de entonaciones y buena utilización del sonido, cada instrumento lucía una escalada de sedosa furia, con tanta técnica que hacía hervir la sala.
Podría extenderme intentando poner Génesis a cada tema (Am i Alive, First o Red Ligth), pero eso me lo reservo para un artículo cuando me compre el disco nuevo. Cerrando casi largaron una versión macarra y cantada a viva voz por los presentes como “Shadow in the Wall” tan precisa como violenta, para que se despidieran, por falta de tiempo, con “Inertial” y “Dust”
Hay una cosa que es muy clara en cualquier evento artístico, cuando estás frente a una obra de arte podés encontrar referencias, nombres de otros artistas que, indudablemente, han inspirado al autor. En ese mismo momento se abre otra variante de la Realidad, manteniendo una vida sincronizada con alguna anterior, mientras se gesta una nueva ola artística.
SWEET HOLE, con nueva formación y nuevo proyecto, es de esas bandas que son para oyentes supra exigentes, que lo quieren todo... lo visual, lo etérico y lo crudo. Y para los no tan experimentados en el Progresivo, que quieren saber de Rock y salvajismo.
Saber qué hay más allá de esta realidad es una de mis búsquedas más arraigadas desde que tengo memoria. Lo que demuestra SWEET HOLE en cada paso, nuevo o anterior, es aquello que muchas veces no podemos explicar con palabras y que hoy suena casi como un cliché… pero ese sábado, en la SALA X yo vi la Música y su futuro.
Es apasionante.