Para varias tradiciones religiosas de Asia, Shambhala es un reino místico, fuente de la sabiduría eterna donde vivían seres inmortales en armonía perfecta con la naturaleza y el universo. Y lugar de nacimiento de Kalki, la décima de las encarnaciones de Vishnú. Shambala viene de la palabra en sánscrito que significa “lugar de paz” o “lugar de silencio”.

Con este título tan místico y exótico, “Döxa” nos presenta su cuarto álbum de estudio “To Shambhala (A Pilgrimage of the Mind and Soul)”. Un trabajo conceptual que cuenta con grandes colaboraciones de Fátima Santos (cuencos tibetanos y percusiones), Matías Noisel, Dani G. y Patricia Tapia (a las voces). La grabación ha sido realizada en los Dynamita Studios (Dani G.) y el artwork viene de la mano de Daniel Alonso. Un trabajo espectacular y detallista, con esa estatua en total calma rodeada de un océano que es capaz de absorberlo todo excepto su serenidad.

El concepto del álbum se basa en el viaje de un hombre, que hastiado de la vida moderna decide abandonarlo todo viajando a tierras lejanas en busca de algo más. La banda apoda “El Vagabundo” a este personaje, porque podría llevar cualquier nombre. Y que levante la mano a quién no se le haya pasado por la cabeza dejarlo todo atrás en busca de la felicidad. En este viaje, el choque cultural entre sus raíces occidentales y el mundo oriental, será la materia prima que dé forma a cada uno de los temas, pincelados por los países y personajes que irá encontrando en su peregrinar.

La andadura comienza con “The God Who Didn't Know”, con una puesta en marcha sintética en la que pronto marca el ritmo una guitarra speedica que la voz de su angélica vocalista saben templar bien transformándose en un solo powermetalero. En la fantástica intro que la banda incluye para presentar las letras, nos explican que nuestro vagabundo, tras pisar el Himalaya, queda sorprendido por la idea de que los mismos dioses pueden no ser omniscientes, recreando el tema el proceso de creación a través de la danza de Shiva Nataraja.

Con un corte más épico nos presentan “Flesh Awakens”, donde la batería gana en gravedad y las voces siguen subiendo en sinfonía, aderezadas por el trabajo de coros. El tema tiene toques muy etéreos que se desligan cuando la percusión y las cuerdas entran en acción, con un cierre muy oriental. Es una oda al cuerpo, al placer y al sexo, que en la India se considera sagrado y una forma de llegar a la plenitud espiritual.

Manteniendo esa épica instrumental adherida a la exoticidad arábica en la lírica nos llega “Snake Charming”. La batería no deja tregua con su doble bombo mientras los coros nos hacen soñar con harenes y sultanes. Nuestro incansable viajero no deja de soñar con un encantador de serpientes cuyo animal danzante, le mira y le hipnotiza tal como la música hace con el animal, algo que le aterra y le hace despertar gritando. La serpiente casi siempre ha sido considerada un símbolo maligno, pero ¿y si fuera la serpiente cósmica despertando por fin en él?

 

“Bodhisattva” arranca con una dura batería y unos teclados misteriosos, alimentados por las desenfrenadas cuerdas. A la entrada de las voces el tono se relaja, pero este duelo continúa en una especie de conversación, totalmente endurecido con los guturales al estribillo. El solo de guitarra vuelve a relajar el tenso ambiente, cerrándose con unos cantos chamánicos. Nuestro protagonista conoce los placeres del viaje astral en las zonas más recónditas de Asia de la mano de una bruja. Su disputa interna entre aferrarse al mundo real o dejarse guiar por sus visiones queda perfectamente reflejado en el choque de intensidades del que hablábamos entre instrumentos y voces.

Con un tono que va ganando en intensidad comienza “Lotus and the Bright Dawn”, un tema que nos llevará por el camino de la meditación. Un corte más oscuro y atmosférico donde las voces rebajan el sinfónico con un matiz más grave, y las guitarras apagan su rasgueo. Sonidos tibetanos clausuran el tema.

La bruja aparece de nuevo abriendo la segunda parte del álbum, lamentándose por la pérdida de sus raíces arquetípicas, pero esperanzada con la nueva generación que quiere retomarlas. Así despega “Last Layer of Heaven”, con un ritmo más sosegado y espiritual, reflejando esa esperanza anhelada. Un estribillo pegadizo que transmite paz y serenidad.

La desgarrada voz de Patricia Tapia arranca fuerte con “Loveletter to a Butterfly”, endurecida por pinceladas guturales antes y durante el estribillo. El juego a tres voces provoca en el corte un tono  misceláneo. Nuestro vagabundo queda fascinado tras conocer a una Geisha en Kyoto, abrumado por la agonía que habrá tenido que afrontar por convertirse de oruga a mariposa que todos quieren tocar.

 

“Wayang for Westerners” comienza con una sonoridad mágica a manos de la flauta. La voz de Nane junto con la exótica instrumentación aportan un toque etéreo al corte. Nuestro viajero presencia una representación de títeres Wayang que le hipnotizan, abriendo su mente a las sombras de lo desconocido. De nuevo un estribillo cautivador, que nos deja embelesados como los títeres a nuestro vagabundo.

“The Million Man” nos presenta el comienzo de todo. Un tiempo rápido para introducirnos al hastío de nuestro héroe antes de decidir abandonar su comodidades. La batería no le dará tregua, el palm mute de la guitarra nos expresa su agonía diaria mientras la melódica voz de su solista a conjunto con los teclados, tienden un rayo de futuro a su agonía. Todo aderezado con épicos coros. El sonido de un cuenco tibetano parece marcarnos el comienzo de su viaje al cierre del corte.

Tras más de tres años de viaje, nuestro incansable vagabundo no quiere volver a la realidad que le aguarda sin respuesta a todas sus preguntas. Sin saber que el que se embarca en este viaje, será un aprendiz constante. “To Shambhala” arranca con unos riffs duros y unos teclados pesados. Los acordes acaban fundiéndose con las voces del dúo. Tras una breve pausa a mitad del corte, explosionan las voces guturales y sinfónicas con una batería guerrera para reclamar volver a encontrarse en Shambhala. 

Quizás hubiera sido un escalón más organizar los cortes temporalmente respecto al viaje, aunque es imposible no apreciar todo el esfuerzo artístico y la madurez que nos trae este nuevo trabajo. He decir que soy muy fan de los discos conceptuales, que más que música son una historia que contar en la que te ves sumergido durante los acontecimientos que narran. Y si a eso le introducimos misticismo como hilo conductor, obtenemos como resultado oro puro. Nosotros tendremos que esperar hasta comienzos del próximo año para verlos en directo, pero estoy convencida que merecerá la pena presenciar el viaje puesto en escena.

 

Componentes:

Vanessa “Nane” Marín: Voz

Sebastián Orjuela: Guitarra

Juanjo Alcaraz: Guitarra

David Noisel: Bajo

Víctor Fernández: Teclados

David «Purometal» Veral: Batería

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