Para ser una noche de martes y recién acabadas las vacaciones veraniegas en Sevilla -época en que el personal anda tieso como una llave, la Sala X presentaba una más que aceptable asistencia de un público (más de la mitad del aforo) ávido de recibir una generosa ración de rock´n´roll vacilón y sudoroso.

Y es que la visita de los suecos DIAMOND DOGS levantó cierta expectación entre la peña que, en los momentos previos, pudo coincidir con los propios músicos echando algunas tapas en los bares de los aledaños de la citada sala.
Esta banda montada en la pequeña ciudad de Katrineholm a principios de los 90 por Anders “Boba Fet” Lindström (miembro de los míticos The Hellacopters) y Sulo Karlsson, carismático líder y vocalista, se trasladó a Estocolmo para lanzar su carrera debutando en el 94 con el magnífico álbum “Honked”, toda una declaración de principios de amor por los Faces, Rolling Stones, Slade y Mott the Hoople.

La fama de sus encendidos directos corrió como la pólvora ganándose año tras año una acreditada reputación de más que dignos herederos del rock británico clásico setentero y
glamouroso de toda la vida, conectando así con bandas de parecida querencia tipo The Quireboys o los infravalorados Dogs D´amour.
Para empezar tuvimos un corte de rollo importante con un pésimo sonido durante los primeros veinte minutos de actuación, que no congeniaba para nada con la calidad de los músicos, la guitarra apenas sonaba y muy flojita, no había compresión, un desastre al parecer motivado por la ausencia del técnico habitual de la sala que siempre consigue un sonido impecable (obviamente el sustituto lo pasó fatal las 4 o 5 primeras canciones).

Afortunadamente todo empezó a corregirse y salió a la luz la gran categoría rockera de estos tipos que, en esta apretada gira hispana de 12 fechas en 16 días, venían presentando su ya decimocuarto trabajo discográfico “Slap bang blues rendezvous” (estupendo doble LP de 24 piezas, del cual cayeron unas pocas) y, de paso, celebrando por todo lo alto su treinta aniversario pateando culos en el escenario. Mezclando sus viejos clásicos con temas más recientes lograron crear la atmósfera perfecta de un gran concierto de rock´n´roll: canciones con piano honky tonk, algunos medios tiempos, sabroso y sleazy boogie, melódicas baladas, aceleres bailones y mucho punto glam-rock macarra y gamberro absolutamente delicioso. Los cantantes como Ian Hunter, Rod Stewart e incluso Gary Glitter son los preferidos de Sulo quien, a pesar de no estar precisamente pletórico de voz, su sabiduría y profesionalidad como frontman de raza solventó una destacada actuación incluyendo un par de cortes tocando la guitarra acústica pero enchufada. Una sólida base rítmica sin muchas alharacas pero más que fiable, la energía y clase del guitarrista Lars Karlsson y, sobre todo, el brillante e inspiradísimo teclista barbudo Henrik Widén completan la formación.


Momento especialmente emocionante resultó ser cuando atacaron (recordando a los irlandeses Thin Lizzy) la vieja y maravillosa canción “Rosalie”, original del legendario álbum de Bob Seger “Back in 72” antes de su gloriosa época con la Silver Bullet Band. A partir de ahí ya tenían al público en el bolsillo y con un sprint de media hora final divertida, intensa y cañera y bailona terminaron un exquisito show de muchísima calidad de casi dos horas que nos dejó a todos con ganas de volverlos a ver en directo.


No en vano DIAMOND DOGS es de las mejores bandas del panorama rockero escandinavo de las últimas tres décadas lo cual no es moco de pavo precisamente, dada la abundante y de gran enjundia
que tiene la cosecha de la escena musical sueca.

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