El primer corte, Lux Aeterna, comienza fuerte, estableciendo el tono del que la formación hace orgullosa gala. Ya con los primeros acordes, evoca a grandes del metal melódico y personalmente, me sumerge de lleno en su melodía. Cambios de ritmo acertados y jugados inteligentemente, una voz limpia y concisa, recorriendo mayormente  tonos medios y agudos. Los coros y el estribillo en sí mismo hacen que este tema se meta en tu cabeza para quedarse.  

Seguidamente llega Hijo de las estrellas, un tema potente y en el que la letra, como en el resto del trabajo, tiene un valor esencial. El trabajo instrumental brilla por sí solo, los arreglos y detalles del teclado y las seis cuerdas resultan sobresalientes.

Llega el turno de una de las colaboraciones estelares del álbum: la de Miguel Ángel Franco (Saurom) uniendo su voz a la de Nacho Fernández en Hidalgo, que resulta ser todo un himno lleno de fuerza y positividad, un tema con gran consistencia.  Es posiblemente uno de mis favoritos del disco, con unos acordes llenos de energía que no dejan indiferente.

El Hambre es el momento de la colaboración de otra de nuestras grandes voces: Leo Jiménez, en un registro templado pero a la vez intenso. Tanto rítmica como melódicamente, es un corte con peso y tal vez algo más oscuro que el resto del trabajo. Un medio tiempo con unos riffs de guitarras potentísimos de la mano de Pedro Gallego.

El violín que introduce Duelo, de la mano de Valentín Miralles, es capaz de hacer vibrar cada una de tus células. Tras la introducción, rompe con garra, demostrando de nuevo arreglos instrumentales muy acertados por parte de todos sus componentes y dando paso a En las fauces del lobo que es otro tema que rebosa potencia, en el que nos introduce un bellísimo sonido de órgano Hammond y en la que me siento obligada a hacer mención especial al trabajo rítmico de Guillermo Barranco (Momo) a la batería, así como el omnipresente trabajo de Miguel Torralba a las teclas.

Y llega el momento de quedarse sin palabras. Valeria me roba el aliento. Precioso tema dedicado a la hija de Momo. Una preciosa declaración de amor eterno en la que hacen inmortal a la pequeña en Infinito. Una canción para cerrar los ojos y sentir, solo sentir.

Con Un reflejo de mi, Rey Lobo crea una atmosfera intimista y delicada, tras la cual Universo sube de nuevo el tempo, alardeando de un gran trabajo rítmico y musical por parte de toda la banda, aunque tal vez también sea el tema que me resulta más experimental.

El sonido del órgano nos transporta y nos pone en situación, muy adecuadamente a mi parecer, para ambientar La escalera de la creación. Una voz bien colocada y contundente que de nuevo nos cuenta algo con significado, una batería llena de fuerza y los teclados siempre presentes en su gran labor. Cuenta con la colaboración de Rafael Lázaro (Red Balance) a las seis cuerdas y nos conduce al último tema de Infinito: El Adversario. Que comienza con un preciosista trabajo de teclado, dando paso a un medio tiempo de buenas melodías e instrumentación que al finalizar nos deja con ganas de volver a escuchar Infinito desde el principio.

En definitiva, y como dije al comienzo, son letras que invitan a sumergirse en ellas y analizarlas, (cosa de agradecer hoy en día), posee momentos destacados por parte de todos y cada uno de los componentes de la formación. Un trabajo que todo amante del metal melódico debería escuchar.

A título personal, gracias chicos, por recordarme a bandas que seguía en mi más tierna juventud.

 

Rey Lobo son:

 

Voz: Nacho Fernández

Guitarra: Pedro Gallego

Bajo: Wenceslao Miralles

Batería: Guillermo Barranco (Momo)

Teclados: Miguel Torralba

 

Texto: Laura Akasha

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